It’s not often that you come across a sunrise-gold beach. That was our privilege as we gazed out at the slothful sea. Ebbing ever so gently, it looked at peace in its Neptune-blue gown. The beach was so soft, it felt like we were walking on a blanket of candy floss. The shimmering sand swept around in a scythe of beach, hemmed in by towering cliffs. Far out to sea, streams of pulsing light saturated the surface with a golden haze. It was confessional-quiet and this Babylon of beaches felt like paradise. The horizon seemed to be stitched with a line of silver.
A flock of noisy seagull were squawking over our heads and squabbling about something. They wheeled and arced, their raucous cries ringing off the cliffs. There was a strange glamour to their timeless call as they soared between the wands of God-goldened light. A single yacht bobbed and lolled in the incoming tide, like a toy in a bath. Its lights winked saucily as the wave-crests rose gently. The siren call of the sea was soothing, the wave music welcome. The rising sun laminated us with warmth and a carnival of smells drifted towards us from the hotel kitchen. We had coal-fired lobster for breakfast and it tasted as galactic as the hotel’s name: Heavens Hideaway.
</div> <div jsname="WJz9Hc" style="display:none">No es frecuente que se encuentra con una playa de la salida del sol-oro. Ese fue nuestro privilegio como nos mirado hacia el mar perezoso. Ebbing muy suavemente, se veía en paz en su vestido de Neptuno azul. La playa era tan suave, se sentía como si estuviéramos caminando sobre una manta de algodón de azúcar. La arena brillante barrida alrededor de una guadaña de la playa, cercada por imponentes acantilados. Lejos en el mar, las corrientes de luz pulsante saturan la superficie con una bruma dorada. Fue confesionario-tranquilo y esta Babilonia de playas sentía como un paraíso. El horizonte parecía estar cosida con una línea de plata.
Una bandada de gaviotas ruidosas fueron identificando en sobre nuestras cabezas y pelearse por algo. Se giraron y se arqueó, sus gritos estridentes de colgar los acantilados. Había una extraña glamour a su llamado sin tiempo mientras se elevaban entre las varitas de luz goldened-Dios. Un solo barco se balanceaba y colgaba en la marea entrante, como un juguete en un baño. Las luces parpadearon con descaro como las crestas de onda se levantaron con suavidad. El canto de sirena del mar era relajante, la acogida de la música de onda. El sol naciente nos laminado con calor y un carnaval de olores flotó hacia nosotros desde la cocina del hotel. Tuvimos la langosta de carbón para el desayuno y sabía tan galáctico como el nombre del hotel: Cielos escondite.</div> <div class="show-more-end">